La separación no tiene que ser una guerra

Luchamos por nuestros hijos metiéndolos en la guerra

¿Es posible plantearse que el divorcio no debería tener el objetivo de destruir al otro, si no de rehacer mi vida protegiendo a mis hijos?

¿Es posible mantener cordialidad mínima necesaria al principio de forma que con los años agradezca poder coincidir en la boda de nuestros hijos sin amargarles el día?

La lucha siempre es por el dinero. Pero lo disfrazamos porque las leyes y el sistema judicial nos enseñan que si lo camuflamos de “hacer lo mejor para los hijos”, muchas cosas cambian.

Entonces, si soy padre y no quiero o no puedo pasar una pensión de alimentos, pagar la mitad de la hipoteca y además pagarme un alquiler y además vivir y disfrutar de unas vacaciones con mi hijo, en caso de que la custodia la tenga la madre, lo que tengo que hacer es reclamar la custodia compartida, aunque trabaje millones de horas y no pueda pasar ninguna tarde con mis hijos y tengan que estar con sus abuelos. También hay padres que reducen su jornada laboral para pasar más tiempo con sus hijos y han llegado a acuerdos económicos para compensar la situación familiar.

Como madre, si me he dedicado a la crianza de los hijos y no tengo ingresos y quiero seguir teniendo a mis hijos el mayor tiempo posible, así como una contribución económica y la casa donde han vivido mis hijos, voy a reclamar la custodia a costa de argumentar que el padre no es bueno para ellos. También hay madres que continúan con su carrera profesional y quieren que los padres se impliquen en la crianza de los hijos de forma equitativa y consciente, atendiendo a las necesidades de hoy en día.

Pero lo peor es que estos argumentos judiciales, me los creo y los asimilo como ciertos.

¿Por qué no reconozco que he convivido, me he casado y he tenido hijos con una persona que no es la adecuada para cubrir mis expectativas como padre/madre y pareja?

Esta afirmación es realmente compleja y crítica e implica un nivel de responsabilidad y consciencia que pocos reconocemos públicamente.

No queremos responsabilizarnos de los errores y lo justificamos con la certeza de que no sabíamos que aquella persona de la que nos enamoramos un día y con la que hemos construido una vida, un patrimonio, un vínculo, un hogar, va a cambiar totalmente cuando lleguen los hijos. ¿O soy yo la que ha cambiado totalmente? ¿Sabía a lo que me enfrentaba con la maternidad? ¿Sabía mi pareja lo que significaba para mí la maternidad? ¿Sabe lo que significa para él la paternidad? ¿Sabemos algo de coparentalidad? ¿Y de parentalidad positiva?

Lo que nos está pasando es perfectamente normal. No he oído jamás hablar a mis padres ni a mis abuelos de ninguna de estas cosas.

Ellos lo tenían claro. Los roles estaban muy claros, quien hacía qué, cuándo y cómo. Tenían otros problemas. No te podías salir de la caja.

Pero ya no estamos en una caja hermética de la que no podemos salir, sino que hoy en día hay muchos tipos de relaciones y familias. La caja ha tomado vida para adaptarse a la diversidad y debe ser flexible para que protegernos y dar cabida a todo lo que la vida nos depare. Las cosas ya no son blanco o negro. Antes todo estaba claro, todo el mundo sabía lo que tenía que hacer, te gustara  o no. Ahora la caja está abierta y hemos de tomar la responsabilidad de asumir las consecuencias de nuestras decisiones en una realidad sin guion claro y definido, en el que hay muchas probabilidades de equivocación porque nadie nos ha enseñado. Pero sí que podemos reconocer los errores, aprender de ellos, mejorar el proceso y redefinir los roles que somos capaces de llevar a cabo.

Tenemos derecho a evolucionar, a cambiar de opinión a integrar lo bueno y lo malo. Tenemos derecho a no saber lo que iba a pasar cuando fuéramos padres, porque ni yo misma sabía cómo sería mi vida cuando tuviera hijos. Tenemos derecho a equivocarnos y tenemos la responsabilidad de asumir las consecuencias.

Pero cuando hay hijos, la cosa se complica más. Quiero decir, deberíamos ser mucho más conscientes de que la guerra en el divorcio no es una buena opción. Las víctimas serán principalmente nuestros hijos.

 ¿qué pasaría si saliéramos de nuestro mundo de guerra de la separación o divorcio y escucháramos lo que a nuestros hijos les gustaría decirnos en esos momentos? ¿Te has divorciado de tus hijos?

1 pensamiento sobre “La separación no tiene que ser una guerra”

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